sábado, 30 de junio de 2012

Muerte, Esoterismo y Reencarnación - Capítulo VII: LA ESPIRAL Y LA RUEDA

La representación de la realidad que nos proporciona el símbolo del rosario o collar, siendo adecuada, es inevitablemente insuficiente en algunos aspectos y conviene acudir a otros símbolos diferentes para una mejor comprensión. Hasta el momento, nos habíamos limitado a considerar el grado del Ser puro, y sin embargo esta perspectiva, que es la de las religiones monoteístas, siendo legítima, no es la más elevada posible, y la Sabiduría Perenne emplaza primero y por encima al No-Ser, Brahman, la "Deidad" de la que hablaba el Maestro Eckhart. El Principio Supremo sólo puede ser el Infinito, lo que no tiene límite alguno, pues cualquier característica definida sería ya una limitación. De esa infinitud o infinidad se desprende que el Infinito es también la Posibilidad Universal; ya que toda posibilidad ha de estar necesariamente contenida en el Infinito. Si el Ser es el principio de la manifestación, el origen de toda la existencia, es preciso que permanezca él mismo no manifestado, pero el Ser es ya una afirmación, una determinación, y para que haya tal afirmación se requiere previamente un Silencio, un No-Ser; asimismo, si el Ser es el Uno metafísico, el No-Ser equivaldrá al Cero metafísico. De todo ello se deduce que el Principio Supremo, el Infinito o Brahman, abarca tanto al Cero metafísico como al grado del Ser puro. Tal diferenciación en Dios entre el Ser y el No-Ser viene a corresponder a la que se hace en la teología de la Iglesia Ortodoxa cuando se presenta la "distinción-identidad" de la Esencia y las Energías divinas, siendo increadas tanto la una como las otras (1).El conjunto del Ser y del No-Ser podría representarse gráficamente por medio de dos círculos concéntricos (V. Fig. 1), de los cuales el más interior simbolizaría el Silencio, el Cero, y el más exterior representaría el Ser, el Pleroma que reúne todos los atributos o cualidades divinas, la totalidad de las posibilidades de manifestación pero en estado inmutable e increado.

Si ahora pasamos de la Esencia a la Existencia, del Ser a su manifestación, podemos representar al Pleroma del Ser como un círculo del cual surgen diversos rayos-radios que son la expresión en modo manifestado de los atributos divinos o Nombres de Dios (figura 2). Apenas es necesario decir que la representación de la figura con cuatro, seis, ocho o doce radios es meramente simbólica, puesto que en el grado del Ser inmanifestado la cantidad no es aplicable en modo alguno, ni tampoco en la manifestación supraformal.

Con los radios-rayos, estamos ya en el plano angélico, el de la manifestación informal. Dado que todo lo manifestado es una combinación de acto y de potencia (según el lenguaje escolástico), podríamos decir que en cada ángel está en acto un determinado atributo o cualidad divina, mientras que los restantes atributos quedan en potencia en dicho ángel. Cada uno de los rayos quiere señalar aquel atributo-ángel que enfocamos en acto en una manifestación determinada o grado de existencia. Añadiendo ahora una circunferencia exterior a cada rayo, se representa ya el conjunto indefinido de los grados de existencia, para cada uno de los cuales hay un atributo divino que es más específicamente su "ángel" (figura 3).En este caso, el pequeño círculo exterior simboliza un mundo de entre todo el conjunto, el cual estará en acto, mientras que los restantes círculos exteriores representarían todos los indefinidos grados de manifestación o "mundos". Para los seres individuales del mundo que enfocamos, los restantes mundos permanecen en potencia, como también los rayos -simbolizantes de la manifestación angélica o inteligible- a la espera de una posible "actualización", un pasar de la. potencia al acto.

Si un ser particular se encuentra en acto en el mundo representado por uno de los círculos exteriores y consigue despertar del sueño. (tendrá una ocasión especial en el momento de la muerte), y remontarse a través del rayo angélico o arquetípico hasta su origen, ello significará que ha logrado retornar a su Centro increado, al Principio en donde se contienen las perfecciones de todos los seres en acto puro. En consecuencia, una vez conseguido dicho regreso, no necesitará realizar en modo manifestado las posibilidades de manifestación representadas por los demás círculos exteriores y por los radios, ya que todas ellas son en la permanente actualidad del Ser increado. Otra opción que cabe es la de identificarse con el plano inteligible de los ángeles o dêvas emanados del Pleroma del Ser, en cuyo caso no se queda liberado de la manifestación universal, pero sí de caer en otra existencia individual; el ser es o existe como "dios por el karma" (karmandêva).Si el ser que estamos encarando no logra el suficiente grado de conocimiento efectivo, será arrastrado por su residuo de karma y renacerá en una existencia individual en otro de los círculos exteriores de la figura descrita, en la que -hablando simbólicamente- puede manifestarse como hombre, gusano, cizaña, tigre de bengala, etc. Como ya se ha dicho, el conocer acerca de las condiciones que son propias de otros "mundos" nos resulta inalcanzable en tanto que humanos, pero podemos hacernos una idea de ellas por comparación o analogía con lo que vemos en nuestro mundo. Por otra parte, es importante hacer notar que entre los atributos o cualidades expresados por los Nombres divinos (y en la representación gráfica, por los radios-rayos) hay una jerarquía según la mayor o menor "cercanía" al Principio Supremo, a la Esencia Divina. Hay en el Ser Universal, en su permanente actualidad, una jerarquía de "más" a "menos" que, en tanto que se manifiesta, lo hace como reflejada en un espejo, el de la Substancia Universal. Dicha reflexión proporciona una imagen especular (que es el despliegue de la manifestación universal) en la cual aparecen "antes" los mundos correspondientes a los atributos divinos más alejados de la Esencia Divina, y aparecen "después" las cualidades más cercanas a Ésta. Tal jerarquía entre los atributos de Dios no se representa bien con los símbolos del rosario o de la rueda y puede expresarse por medio de un eje central inmóvil y una serie de arandelas en él insertadas, en donde los aros inferiores simbolizarían los estados de menor jerarquía o esencialidad. Pasando de un grado a otro se va ascendiendo -dentro de la relatividad inherente a todo lo que es manifestado-. El recorrido forma en realidad una espiral, y la espiral es un sugerente y recurrente símbolo de la manifestación universal, como lo es la cruz. En una simbólica cruz, el trazo horizontal expresaría la expansión dentro de cierto grado de existencia de entre todo el conjunto de la cadena de los mundos (por ejemplo, el grado al que pertenece el estado humano); el tramo vertical inferior representaría los grados inferiores, los "anteriores" al estado de existencia que incluye al ser humano en su centro ("anteriores" ontológicamente, pero de ninguna manera cronológicamente); por su parte, el tramo superior vertical simboliza los mundos superiores al correspondiente al estado humano. Los Titanes o No-Dioses (Asuras) son producidos antes que los Dioses (dêvas); en este caso, los Asuras simbolizan los grados "anteriores" a nuestro mundo, mientras que los Dêvas se refieren a los grados "posteriores". También en ellos se encuentra la explicación de la anomalía aparente de que los vegetales son creados, según la Biblia, antes que las estrellas. Es fácil ver a qué hacen referencia semejantes "plantas" y "astros". Sabiendo lo antedicho, se entenderán también adecuadamente ciertas frases como las del sufí persa Jalalu'I din Rumi: "Siendo mineral, morí y planta me hice; siendo planta fallecí y ascendí a animal; morí siendo animal y llegué a ser hombre; ¿por qué he de tener miedo? ¿cuándo he llegado a ser menos por la muerte? Ahora, siendo hombre, una vez más moriré, para volar con los ángeles benditos; pero aún siendo ángel, he de seguir adelante" (2).Estas son palabras que encantan a los creyentes en la reencarnación sucesiva en nuestro mismo mundo, los cuales creen asimismo en la hipótesis evolucionista, pero el poeta persa está aquí sirviéndose de los seres inferiores dé nuestro mundo para simbolizar los mundos "anteriores" al mundo que comprende el estado humano, y no está afirmando ni la reencarnación ni el evolucionismo. La encarnación en un mismo mundo más de una vez y en cualquier especie de que se trate no es posible, como ya se ha señalado (3). Rumi está aludiendo a los mundos por. los que transmigró "antes" de arribar a nuestro mundo, mundos cuyas condiciones nos resultan inalcanzables de aprehender en tanto que seres humanos y por lo tanto se sirve de símbolos terrestres para representarlos. Por lo que hace al evolucionismo, se trata de una simple hipótesis indemostrada e indemostrable (4). Así como hay una jerarquía entre los múltiples estados del Ser, hay análogamente una indefinida variedad y gradación de seres en lo que es solamente la modalidad corpórea de nuestro mundo (tal y como pueden observar nuestros sentidos corporales) y de ahí el simbolismo que emplea Rumi y también algún otro autor. Sin embargo, así como a lo largo de un día de nuestra vida humana podemos entrar en .contacto con toda una diversidad de seres (humanos o no) cuyas vidas no podremos nunca recorrer nosotros, de forma semejante, a lo largo de un Día de Brahmâ (o ciclo de desenvolvimiento de un mundo) como lo es el desarrollo completo de nuestro mundo o kalpa, sólo cabe nacer una vez y en una especie viviente, realizando así la posibilidad particular que es o hay desde siempre en nuestra realidad increada. No cabe por tanto reencarnar ni como araña ni como fakir, ni domo extraterrestre del planeta X de Sirio, pues todo ello no son sino variantes posibles de la existencia corporal. Hay toda una serie indefinida de formas vivientes por las cuales un ser particular no podrá nunca pasar y que son justamente aquellas que ocupan todos los otros seres. Por muchas formas que pudieran recorrerse, quedaría siempre una serie innumerable por recorrer, y es que por el análisis es imposible llegar nunca a la síntesis. El evolucionismo es una hipótesis nunca demostrada, ya que jamás se ha visto a una especie transformarse en otra. Lo único comprobado es que en determinados lugares y momentos aparecen ciertas especies, desarrollan su ciclo correspondiente y, cumplido éste, desaparecen del plano corpóreo. Los "eslabones perdidos" no aparecen porque no han existido nunca. En realidad, la teoría evolucionista desempeña un papel fundamental como cobertura ideológica del sistema dominante (junto con la idea de progreso), y de ahí la feroz defensa que hacen de dicha teoría los cancerberos de éste. En el conjunto de los mundos de la existencia universal podría decirse, si se quiere, que hay "evolución", pues hay ascenso de un grado a otro, pero ha de tenerse en cuenta que, así como en nuestro mundo se da una indefinida variedad y jerarquía de seres, algo análogo ocurre en otros grados de existencia. Además, en nuestro mundo se ve que los seres de especies inferiores son mucho más numerosos ¿no ocurrirá algo semejante al transmigrar y nacer en un grado superior-posterior de existencia? De ahí la peligrosidad que representa para alguien que está muriendo el caer de nuevo en la transmigración, en la rueda de la existencia que pueden ser superiores o inferiores, pero ello con relación al centro representado por el ser humano, el cual es como la síntesis de todos los elementos y reinos de la naturaleza (sutil y corpórea). Dicha situación central es la que permite expresiones como la del "Hombre Universal" del esoterismo islámico, referida a conseguir la realización efectiva de todos los múltiples estados del Ser. No se trata aquí de antropomorfismo, sino de señalar la analogía de constitución que hay entre la manifestación universal (macrocosmos) y su modalidad humana individual (microcosmos). El "Hombre Universal" viene a coincidir con el Adam Kadmon de la Kábala, con el Logos del Cristianismo y con el Rey (Wang) del Taoísmo (5) y la realización efectiva de los estados múltiples del Ser es simbolizada por el símbolo de la cruz en la mayor parte de las tradiciones sagradas. Así pues, podemos ver en el rosario cristiano la reunión de dos símbolos fundamentales y más o menos complementarios, de los que uno expresa sobre todo los diferentes mundos creados, sostenidos y transformados por el Logos divino, y el otro es el símbolo que mejor expresa la jerarquía de estados del Ser (o de atributos divinos) y la realización efectiva de todos ellos.

NOTAS:

(1). Cf. Paul Evdokímov, El conocimiento de Dios en la tradición oriental (cristiano ortodoxa), Madrid, Ed. Paulinas, 1969.

(2). Otra expresión de la teoría de los estados múltiples del ser aparece claramente en el Kat Godeu o "Combate de los arbustos" galés: "He existido bajo numerosas formas / antes de ser libre; / soy un escribano de capuchón gris;/ creo en la forma,/ he vivido errante por los aires, /he observado las estrellas, I he sido palabra entre las letras, I he sido en el origen libro, / he sido lámpara brillante. /Durante año y medio, he sido puente tendido, /sobre sesenta estuarios. /He sido ruta, he sido águila, / he sido coral en el mar / He sido la espuma de la cerveza". Como afirma Françoise Le Roux en La religión, de los Celtas (Las religiones antiguas, vol. III, Historia de las religiones, Madrid-México, 1977), y dejando de lado toda la carga simbólica contenida en el texto para ceñirnos exclusivamente a lo que ahora estamos tratando, el poeta no quiere decir con esto que haya pasado sucesivamente por todos estos estadios, sino que más bien ha sido simultáneamente todo ello.

(3). Para la demostración de la imposibilidad metafísica de la reencarnación en el mismo mundo, Cf. René Guénon, "La reincarnation", en L'Erreur spirite, Editions Traditionnelles, París, (trad. cast. en la revista "Axis Mundi", números 8 y 9, Arenas de San Pedro, Avila, 1996) y El Simbolismo de la Cruz (especialmente cap. XV), Obelisco, Barcelona, 1987.

(4). Cf. Titus Burckhardt, "El origen de las especies", en Ciencia moderna y Sabiduría Tradicional, Taurus, Madrid, 1979.

(5). Cf. René Guénon, "El Hombre Universal", en El Simbolismo de la Cruz, Obelisco, Barcelona, 1987

domingo, 10 de junio de 2012

Muerte, Esoterismo y Reencarnación - Capítulo VI: TRANSMIGRACIÓN Y REENCARNACIÓN


Hemos descartado ya lo que parecen pruebas de que hay varias reencarnaciones en la Tierra, como casos que son en realidad de sueños premonitorios, estados alterados o alternativos de conciencia, memoria genético-ancestral y metempsicosis en el verdadero sentido de la palabra, y nos queda la cuestión de los textos de diferentes tradiciones espirituales que aluden a existencias sucesivas. Para la Sabiduría Perenne expresada en el esoterismo tradicional, la realidad de que hay diversos ciclos de existencia es algo indiscutible, pero una cosa es la trivial interpretación que se hace habitualmente de ello y otra es comprender adecuadamente en qué consiste verdaderamente el "renacimiento". Si recordamos el capítulo sobre el Ser y el Huevo Cósmico, ha de tenerse en cuenta que allí se hacia referencia solamente a un estado de existencia de todo el conjunto de la manifestación universal. El estado en el que se desenvuelve el ser humano, ya sea en la modalidad psíquica o sutil, ya sea en la modalidad corporal, no es más que una "porción" infinitesimal del conjunto del Universo (y aquí entendemos por "Universo" la totalidad de la manifestación universal). El ser no se manifiesta sólo en dicho estado, sino en una multiplicidad de grados de existencia o "mundos" (1).El rosario es un instrumento de oración o de invocación común a las grandes tradiciones y, al mismo tiempo; un símbolo pertinente de la manifestación universal. El rosario musulmán está formado por noventa y nueve cuentas que representan a los noventa y nueve nombres de Dios (2); se dice además que falta una cuenta para completar el centenar y que dicho grano sólo puede encontrarse en el Paraíso. Aquí, las cuentas del rosario simbolizan cada una un atributo divino, y cada atributo divino está representado en el orden de la manifestación informal por un ángel, mediador celeste entre Allâh y aquel de entre los mundos con el cual dicho ángel está vinculado más especialmente por ser su "espíritu". Lo preferible sería, en este caso, que el hilo fuera invisible en la representación, puesto que simboliza al Ser puro inmanifestado en el cual se reabsorben finalmente todos los "granos". Para los seres humanos, los ángeles-atributos divinos son el aspecto más accesible del Principio Supremo. Puede decirse que, desde el punto de vista del Principio, cada ángel es en Dios, mientras que visto desde la manifestación, Dios es en cada ángel. En la tradición hindú, el hilo del rosario es denominado "hilo de Atman" (sûtrâtman), que origina, sostiene y pone fin a todos los mundos (3); acabamos de señalar así las tres funciones que el Hinduismo atribuye a la trimûrti, triple manifestación de Atman (4) como Brahmâ (productor o "creador"), Shiva (destructor o, mejor dicho, transformador) y Vishnú (sostenedor o conservador). Aquí, por lo tanto, el sûtrâtman simboliza a lshwara, el Ser puro, no en sí sino en su triple manifestación como creador, sostenedor y transformador de cada mundo, lo que equivale a Buddhi, el Intelecto Universal más allá de las formas individuales (Cf. Cap. III). La diferencia entre las dos tradiciones sólo es de perspectiva, puesto que para los seres individuales de cada mundo la comunicación con Dios sólo es posible a través de los grados angélicos. En definitiva, el hilo, el sûtrâtman, simboliza ora al Ser puro inmanifestado, ora a Buddhi, el rayo de manifestación informal que expresa y simboliza a Dios en cada mundo. Ocurre lo mismo que con la palabra "espíritu", la cual puede referirse sea al Ser increado, sea a su manifestación supraformal (5). y, precisamente, según los textos sagrados, del hilo de Atman se dice que simboliza al "espíritu" o hálito que origina y reabsorbe al mundo, en relación analógica con las fases de espiración e: inspiración. Un ser que nace en uno de los mundos del rosario (o del collar, un símbolo semejante), como, por ejemplo, el nuestro, será una posibilidad particular dentro del conjunto de posibilidades que constituyen dicho mundo; ese ser desarrollará sus posibilidades intrínsecas dentro de los límites propios de nuestro grado de existencia, que hacen ser a éste lo que él es y distinto de los otros grados existenciales. Ahora bien, se ha de comprender que un ser no nace (o no suele nacer) en nuestro mundo como un espíritu desnudo de adherencias, y sobre ello aportan su enseñanza las tradiciones orientales acerca del karma; este vocablo significa en general "acción", y aplicado a la cuestión que tratamos se refiere a la idea de que toda acción es una causa que trae consigo un efecto más tarde o más temprano, sea favorable, sea desfavorable, de donde se desprende que la Liberación (6) efectiva de toda manifestación condicionada no es posible por la acción, sino sólo por el conocimiento efectivo). Hay que distinguir el samchita karma, que son las acciones acumuladas que están en reserva y darán sus frutos si se da la ocasión, el prarabdha karma, que es el que ha comenzado ya a dar sus frutos y deberá agotarse en la existencia presente, y el âgami karma, que es el que está iniciándose por las acciones en la existencia actual. Estas nociones están íntimamente relacionadas con los samskâras y los vâsanâs, que vienen a significar "predisposiciones anímicas" e "impregnaciones psíquicas latentes".Una vez agotados los frutos del prarabdha karma que han determinado las condiciones de su manifestación en nuestro mundo, un ser humano, si no consigue la Liberación absoluta ni tampoco logra "llegar al Cielo o al Paraíso". ni "cae en el infierno", será lanzado, por el residuo de karma acumulado, al torbellino de la transmigración, a la rueda del samsâra. Esta es la única "reencarnación" que puede concernir al núcleo esencial y trascendente de cada ser, es decir, la transmigración desde un mundo o grado de existencia hacia otro mundo. La creencia popular de que se puede vivir en la Tierra más de una vez no es sino una interpretación deficiente y propia del Kali-Yuga o Edad del Hierro (7) de la doctrina sobre la transmigración o bien de la que se refiere a la metempsicosis antes estudiada. Los partidarios de las sucesivas vidas terrestres alegan que en algunos textos se habla de volver a la Tierra", pero en tales casos la "Tierra" alude a un mundo cualquiera de manifestación individual, ya que nuestra Tierra es y se emplea como un símbolo de todos ellos. Del mismo modo, los "Cielos" de la Biblia no son tampoco el espacio que pueda recorrer un jet o una nave espacial; el "festín" del Reino de los Cielos no es de alimentos corporales; la "Tierra Pura" de la que habla Platón no es "terrestre", y el Dharma Kaya del Budismo -literalmente, "Cuerpo de Verdad"- no es, ciertamente, un "cuerpo", pues los mismos budistas aclaran que se trata de un estado completamente por encima de todas las formas. En las descripciones simbólicas de los estados de ultratumba según las diferentes tradiciones se puede apreciar que ni las religiones del tronco de Abraham ni el Mazdeísmo mencionan, por lo general, las existencias sucesivas -al menos, en los correspondientes exoterismos-, mientras que si lo hacen el Hinduismo y el Budismo. La razón de ello es que las tradiciones del primer grupo se centran preferente (o exclusivamente) en aquello que concierne al ser que al nacer en nuestro mundo ha devenido un individuo humano. Sólo abarcan -en su vertiente exotérica- lo que atañe a nuestro mundo, desinteresándose de la totalidad de la manifestación universal. Por su parte, las tradiciones hindú y budista no tienen un exoterismo constituido como tal y, por consiguiente, sí que integran en su perspectiva la rueda de los renacimientos. Lo que se da en sus caso es un exoterismo de hecho según el grado de entendimiento que consiga cada individuo de la tradición que ha recibido y, según parece, lo que prima hoy es una interpretación cada vez más pedestre y literal. Lo que no suele destacarse, siendo fundamental, es que la doctrina de las diversas existencias está indisolublemente ligada a la de los ciclos cósmicos. Hinduismo y Budismo enseñan la existencia de "vidas sucesivas" porque también enseñan la realidad de los diversos ciclos cósmicos, y viceversa. Cada nueva posible existencia se cumple en realidad en cada ciclo, es decir, en cada uno de los mundos de la cadena simbolizada por el collar. Ya que hemos aludido a la doctrina de los ciclos cósmicos es imprescindible detenerse en algunas consideraciones al respecto. Según la tradición hindú, cada Manvantara o ciclo de una humanidad "dura" 4.320.000 años divididos en cuatro períodos (yugas) desiguales. Catorce de esos Manvantaras forman un Kalpa o "Día de Brahmâ" de 60.480.000 años de "duración". El "Año de Brahmâ" es de 360 Días de Brahmâ y se dice que equivale a 21.772.800.000 años terrestres (380 x 60.480.000). Por último, la "Vida de Brahmâ" transcurre durante 100 Años de Brahmâ. Todas estas cifras no son válidas literalmente, como por lo demás ocurre también con los números bíblicos y con los de otras tradiciones. Asimismo, hay que comprender que lo que permanece a escala humana es el kalpa con sus 14 manvantaras, puesto que un kalpa o Día de Brahmâ es lo que designa el proceso total de desenvolvimiento y manifestación de un mundo. Cuando se habla del Año de Brahmâ de 360 "días" se está haciendo referencia a la cadena de los mundos, al simbólico rosario o collar que representa al conjunto de la manifestación universal. Por supuesto, en este nivel la designación temporal ya es puramente simbólica, puesto que el tiempo es solamente una de las condiciones propias de nuestro grado de existencia, y no es una condición trasladable a otros "mundos". Hay una relación ontológica de sucesión entre un Día de Brahmâ y el siguiente, pero de ninguna manera se trata de una relación cronológica (8). "Universos pasados, presentes y futuros flotan sobre el océano de Vishnú ¿quién podría contarlos?", puede leerse en el Brahmaivarta Purana. En cuanto a la Vida de Brahmâ, lo que pretende designar es cada uno de los indefinidos (aunque no infinitos) recorridos de la cadena de los mundos. Por ello, el simbólico collar debería representarse formando un círculo para sugerir la realidad del ciclo de ciclos, pero sin que el círculo parezca cerrarse, puesto que cada recorrido de la cadena de los mundos corresponde a un nivel diferente y no es un mera repetición del anterior (9). Ciñéndonos a la manifestación de nuestro mundo o Kalpa, se dice que consta de catorce manvantaras y que nos encontramos al final del séptimo. El fin del Manvantara actual corresponde al llamado "fin del mundo" en el que se centran la Biblia y el Corán, el cual es más bien el "fin de un mundo" y sería más pertinente denominarlo "fin de los tiempos". Acerca de los acontecimientos que atañen a dicho fin de los tiempos hay notables semejanzas entre el Apocalipsis y los Purânas hindúes, demostrándose una vez más que no hay oposición esencial entre las diferentes tradiciones sagradas para quién se moleste en buscar (10). El final de todo nuestro kalpa (o de todo kalpa en general) es denominado pralaya o "disolución" y lo que se disuelve son los límites particulares que determinan a este mundo como una entidad (aparentemente) separada; el pralaya es propiamente el "fin del mundo" y viene a coincidir con el "Juicio Final" y la "resurrección de los muertos" de las religiones abrahámica (y también del Mazdeísmo o Zoroastrismo). Llegado el pralaya , todos los seres individuales regresan a Brahmâ, su origen. Del mismo modo, llegado el final del "Reino Milenario de Cristo", según enseñaban muchos Padres de la Iglesia antigua, todo retornará a Dios Padre y Dios será "Todo en todos". Esto último parecerá muy extraño a algunos, pero la diferenciación entre, por un lado, un reinado de Jesucristo en una Tierra nueva tras el fin de. los tiempos y, por otro, la "vida" celestial tras la resurrección de los muertos y el Juicio Final era compartida por muchos santos y padres de la Iglesia durante los cuatro primeros siglos. Está distinción, denominada habitualmente "milenarismo", pasó a segundo plano tras la refutación de San Jerónimo, el cual la rechazó con su habitual violencia, aunque no se atrevió a condenarla porque "gran multitud de doctores cristianos seguía el partido de los milenarios",. y "muchos varones eclesiásticos y mártires también lo defendieron" (11). La razón de que la Iglesia en general rechazara el milenarismo era la interpretación completamente literal que hacían muchos de las condiciones de la Tierra nueva tras el fin de los tiempos. Creían que los símbolos de abundancia material habían de ser tomados al pie de la letra, algo parecido a lo que hoy hacen ciertos "maestros" hindúes y budistas interpretando la transmigración como reencarnación en la Tierra. Corruptio optimi pessima. Como reflejo analógico del despliegue de la manifestación universal, de la cadena de los mundos, podemos apreciar en nuestro mundo la realidad del desarrollo del año. Un ser humano recorre a su modo un día de Brahmâ y una noche de Brahmâ; durante la noche, abandona la forma corporal retirándose a la forma sutil y al sueño con ensueños o, a veces, al "sueño profundo" de manifestación informal. Acabada la noche, empieza otro particular día de Brahmâ y así sucesivamente. Una vez recorrido un ciclo o círculo completo de días y noches, acaba su especial año de Brahmâ y comienza otro año (del latín annus o anillo). Varios años de Brahmâ serán recorridos hasta constituir una particular vida de Brahmâ, que arribará a su final con la muerte. En toda esta trayectoria es fácil observar el encadenamiento causal entre todos los ciclos de tiempo; un "día" se recorrió ya y es imposible transitarlo de nuevo, el año pasado ya lo vivimos, no es posible retornar a él; un año de estos moriremos, de día o de noche, y habrá terminado nuestra particular vida de Brahmâ; si no despertamos en ese momento o no conseguimos al menos, la "salvación" a la espera del fin del mundo, puede comenzar otra existencia, la cual será determinada por el karma acumulado en ésta y en "vidas anteriores" y que será distinta de la precedente, pues nunca se repiten las vidas de Brahmâ. En cierto modo, la irreversibilidad del tiempo es un símbolo en nuestro mundo de la imposibilidad, en la cadena de los mundos, de retornar al mismo grado o día de Brahmâ, es decir, es un símbolo de la imposibilidad de reencarnar. Una de las diferencias evidentes entre nuestro trayecto en este mundo y el recorrido de toda la Estas son las "vidas anteriores" (jatakas) a las que hacen referencia diversos textos sagrados, las "vividas" en otros grados de manifestación (lo de "anteriores" es un manera de hablar, puesto que sólo en nuestro mundo, conviene repetirlo, estamos condicionados por el tiempo).Puede añadirse, para terminar, que al venir a nuestro mundo con las predisposiciones e impregnaciones de existencias en otros grados, que constituyen como una especie de envoltura del rayo espiritual al desnudo, del ser angélico, lo que se atrae del medio psíquico y corpóreo, o bien lo que atrae el medio sutil y corporal a las predisposiciones del ser, será aquello más afín con tales características innatas; en consecuencia, los caracteres psico-fisiológicos del individuo representan en cierto modo a las existencias "anteriores".
NOTAS:
(1). Para una exposición magistral de esta noción, esencial en el esoterismo tradicional, véase René Guénon, Los Estados Múltiples del Ser, Obelisco, Barcelona, 1987.
(2). Cf. René Guénon, "La cadena de los mundos", en Símbolos de la Ciencia Sagrada, Buenos Aires, Eudeba, Buenos Aires, 1976 y Paidós, Barcelona, 1995.
(3). Idem.
(4). Atman es el Principio tanto del macrocosmos como del microcosmos (el hombre), aunque suele asociarse más bien con el Principio en el hombre.
(5). Cf. René Guénon, "Espíritu e Intelecto" y "Las Ideas Eternas", en Mélanges, Gallimard, París, 1976.
(6). Aquí entendemos por "Liberación" la. consecución por un ser del Fin Supremo. Es denominada así porque el ser se libra o libera de cualquier límite condicionante.
(7). El KaIi Yuga o Edad del Hierro es la última y más decadente de las cuatro edades que forman nuestro actual Manvantara y está tocando ya a su fin. Cf. René Guénon, La crisis del mundo moderno, Obelisco, Barcelona, 1988, y Gaston Georgel, Les Quatre Ages de l'Humanité, Arché, Milán, 1976.
(8). Cf. René Guénon, Formas tradicionales y ciclos cósmicos, Obelisco, Barcelona, 1984.
(9). Cf. René Guénon, "La cadena de los mundos", en Símbolos de la Ciencia Sagrada, ob.cit.
(10). Cf. René Guénon, Formas tradicionales y ciclos cósmicos, ob.cit.
(11). Pref. in libr. 18, super lsaiam. 

viernes, 1 de junio de 2012

Muerte, Esoterismo y Reencarnación - Capítulo V: METEMPSICOSIS Y MEMORIA GENÉTICA


Más concluyentes como pruebas en favor de la reencarnación parecen ser aquellos casos en los que una persona, casi siempre un niño, empieza a relatar espontáneamente lo que son aparentemente recuerdos de una vida anterior en la Tierra. En varias ocasiones se han hecho las correspondientes averiguaciones y se ha comprobado la veracidad de los datos que revela el supuesto reencarnado. En el estudio de tales hechos se ha distinguido especialmente el psiquiatra estadounidense lan Stevenson, de la Universidad de Virginia, por su paciente recopilación de datos de todas las partes del mundo; su obra Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación (1ª edición, 1966) se ha hecho famosa y en la Universidad de Virginia se tienen recogidos ya cerca de dos mil casos. El autor no se ha limitado a recoger datos sino que frecuentemente ha observado también el comportamiento del sujeto "reencarnado" y de las personas de su ambiente Lo más característico de estos hechos estudiados es la identificación del niño con la personalidad anterior fallecida. El caso prototipo consiste en que un niño de dos a cuatro años empieza a relatar hechos de una vida anterior. en otro tiempo y en otro lugar. Tras mucho insistir la criatura, los padres comienzan a verificar los hechos -habitualmente varios años después- y, una vez comprobados algunos de ellos, se invita al sujeto en cuestión a reconocer personas, lugares y objetos de la vida "anterior", lo que se consigue en muchas de las ocasiones estudiadas. Podría citarse como ejemplo el caso de la india Shanti Devi. Nacida en una familia de Delhi, a los cinco años empezó a decir que se llamaba Shanti Nath y que era en realidad de la ciudad de Mathura, en donde no había estado nunca. Describía los templos y calles de la ciudad y sus estudios universitarios, así como el nombre de su marido (Kedar Nath), y que había tenido un hijo. Los padres intentaron que la niña olvidara el asunto pero, a los nueve años, sus recuerdos se hicieron más intensos, de modo que el padre hizo indagaciones en Mathura y supo que allí vivía un comerciante denominado Kedar Nath, con un hijo y casado en segundas nupcias, ya que su primera esposa había muerto diez años antes al dar a luz su único hijo. En 1935, el profesor H. Banarjee, de la Universidad de Rajastán, y otros científicos, estudiaron el asunto y decidieron concertar un encuentro de la niña con su presunta familia anterior. Como resultado, Shanti Devi reconoció a su marido primero, y a sus padres después, entre un grupo de cincuenta personas, así como supo reconocer y describir los caminos que recorría la difunta y su dormitorio. También, por otro lado, conoció por primera vez al hijo de diez años que había tenido Shanti Nath y al que llamaba "hijo mío", con el lógico estupor del niño (Shanti Devi tenía nueve años). Con todo ello, padres y marido reconocieron, en medio de un ambiente fuertemente emotivo, que Shanti Nath había vuelto en la niña Shanti Devi. Para personas ya predispuestas a favor de la reencarnación, este caso y varios otros servirán casi como prueba concluyente, pero se trataría de la reencarnación ¿de qué? Efectivamente, hay aquí algo que "reencarna" pero, ¿qué es en realidad? El propio lan Stevenson ofrece más de una explicación para el conjunto de los casos que ha estudiado, y una de ellas es la de la memoria genética. Aun en el plano físico, no es demasiado raro que suceda que un descendiente -como un nieto o un tataranieto- manifieste a veces más parecido con su abuelo o su tatarabuelo del que presentan otros descendientes más cercanos a éste. Tales características han permanecido latentes momentáneamente y, cuando las circunstancias eran favorables, por la razón que sea, se han manifestado exteriormente. En lo referente al dominio sutil o psíquico la cosa ocurre de modo semejante, y lo que por las apariencias serían recuerdos de una vida anterior de un determinado sujeto son en realidad elementos psíquicos recibidos por herencia; el individuo "recuerda" lo que le sucedió a uno o a varios de sus antepasados. Podrían denominarse estos casos como de memoria genético-ancestral; los padres transmiten al hijo un determinado germen psíquico y físico, ellos lo reciben de sus progenitores y así sucesivamente. Dicho germen es un conjunto bastante complejo, del cual muchas peculiaridades permanecen en estado latente hasta que las condiciones son propicias y, llegado el momento, a un descendiente le llegará a su campo de conciencia desde el "subconsciente" aquello que -aparentemente- son recuerdos de una vida anterior. Lógicamente, esta explicación sólo sirve para los casos en los que pueda probarse que el cuerpo físico desciende en línea directa del antepasado, ya sea con una distancia de pocos años o de varios siglos. En alguna otra ocasión, la explicación puede venir de la criptomnesia, es decir, el niño puede haber estado en contacto con alguien o con una fuente de información de la supuesta vida anterior y haberlo olvidado. Cuando los recuerdos que estaban en el olvido vuelven a la consciencia, el sujeto cree sinceramente que proceden de una vida anterior. Como señala lan Stevenson, cuando se da por parte del individuo el reconocimiento de varias personas que aún viven de entre aquellas que conoció en la "vida anterior", la criptomnesia no es muy convincente ya que todos comprobamos en la vida ordinaria la dificultad de identificar a algún desconocido por simples descripciones pero sin una visión directa. Otros casos podrían encuadrarse en la hipótesis de la percepción extrasensorial. El niño adquiere la información por medios paranormales o extrasensoriales y asimila los datos obtenidos, de tal forma que él mismo se identifica con la persona fallecida y convence de ello a los demás. Apenas es discutible que algunas gentes pueden obtener extrasensorialmente información que les resultaría inaccesible por medios ordinarios. Además, muchas veces se sabe de varias personas que pueden haber actuado como enlace telepático entre el difunto y el "reencarnado"; en tales casos, basta con pensar en la telepatía sin acudir a otras facultades extrasensoriales más amplias, aunque en otras ocasiones sí que deberían tenerse en cuenta estas últimas para la explicación de ciertos casos más complejos. Sobre todo, es necesario, para comprender por qué se producen algunos o varios de los hechos de los que estamos tratando, el tener en cuenta la realidad de la metempsicosis. Dicho vocablo griego designa la transferencia de elementos psíquicos desde un ser hasta otro. En todo ser humano hay elementos psíquicos que proceden de la desagregación de otros seres humanos o incluso de animales de nuestro mundo, los cuales al morir no dejan sólo un cadáver visible y corpóreo sino que también abandonan unos elementos sutiles (a los que convendría no denominar "cadáver psíquico", ya que no corresponden al plano corporal). Tales restos psíquicos irán a agregarse a otros seres humanos o animales de nuestro mundo, y ese adherirse a nuevos seres de entre los que están naciendo en nuestro mundo terrestre tendrá lugar con arreglo a la ley de afinidad (Cf. René Guénon, L'Erreur spirite). Un ser que nazca, por ejemplo, en la especie humana, atraerá hacia sí del medio cósmico, anímico o psíquico aquellos elementos que sean más afines a su naturaleza propia. La metempsicosis ocurre continuamente, por muy extraño que parezca a las mentalidades actuales, pero es fundamental tener presente que lo que se transmite no es de ningún modo el núcleo trascendente y sobrenatural del ser, luego que no hay "reencarnación" propiamente hablando, aunque sí hay algo que reencarna. Hay en cada uno de nosotros elementos procedentes de la desintegración de individuos que nos precedieron, y si sucede que alguno de dichos elementos aparece en el campo de la consciencia desde el "subconsciente", nos damos cuenta de que somos portadores de algo cuyo origen resulta a primera vista inexplicable, pero la explicación pertinente es la realidad de la metempsicosis, que no se da solamente en quienes parecen recordar vidas pasadas sino en todos los seres humanos. También conviene percatarse de que para el traspaso de elementos psíquicos de un ser hacia otro no hace falta necesariamente la muerte de uno de ellos, y el ejemplo más evidente (aunque no el único) es precisamente la generación de un nuevo individuo por sus progenitores. A veces puede ocurrir que los elementos sutiles del ser individual cuyo cuerpo ha muerto, permanezcan sin apenas disociarse, y en tales casos será aparentemente más clara la evidencia de una reencarnación. El conjunto puede transferirse a un nuevo individuo recién nacido o que vaya a nacer, el cual conservará así más o menos completamente la memoria del anterior y parecerá ser el difunto reencarnado, pero, como hemos dicho, no se trata de ninguna vuelta del ser verdadero a este mundo. En términos occidentales, hay que distinguir el plano espiritual o del intelecto del plano anímico o de las formas sutiles, y a este último del plano visible o corporal. En la tradición hindú se diría que no hay que confundir la "envoltura causal" con la envoltura "sutil" ni a éstas con la envoltura grosera o corpórea (1). Generalmente, se ha visto que la desagregación del compuesto psíquico se ve frenada por algún suceso de fuerte carga emocional. Suele tratarse de muertos por un asesinato o muerte violenta o bien, a veces, son los elementos anímicos del criminal los que "reencarnan". Como caso muy particular hay que citar el de los linajes de lama-tulkus del Budismo tibetano. Tras la brutal ocupación por parte de las tropas maoístas chinas del "País de las Nieves", muchos lamas tibetanos, comenzando por el Dalai-Lama, se vieron obligados a abandonar su tierra; y varios de ellos se han extendido por todo Occidente. A raíz de ello, se ha hecho bastante habitual en la prensa el hablar de "reencarnaciones" de lamas, de "budas vivientes", etc.; últimamente hay disputas incluso por la identidad del tulku (que no reencarnación) del Panchen Lama difunto, ya que los gobernantes ateos de Pekín quieren curiosamente imponer su propio "reencarnado" Panchen Lama. Sin embargo, no es el único caso de disensiones por la autenticidad de un tulku, ya que pueden entrar en juego poderosos intereses económicos. La palabra tulku significa aproximadamente "cuerpo de emanación" (en sánscrito, nirmana kaya), y está relacionada con la idea de producción de un fenómeno "mágico". Básicamente se puede diferenciar entre los tulkus de algún sabio espiritual ya difunto y los tulkus de algún ser no humano; de entre estos últimos destacan el Dalai Lama, el Panchen Lama y la dama Lama Dorje Fagmo, existiendo también los tulkus de ciertas deidades de la región, los cuales son considerados "oráculos oficiales".Los linajes de tulkus tuvieron sus inicios hacia el siglo XIII, y acerca de su formación hay interesantes interpretaciones aportadas por Alexandra David-Neel, viajera en Tíbet a principios de siglo: "ciertos lamas dicen que la energía sutil que subsiste tras la muerte del que la ha engendrado -o alimentado si es ya un tulku perteneciente a un linaje- atrae hacia ella y agrupa a los elementos afines, deviniendo así el núcleo de un nuevo ser. Otros dicen que el haz de fuerzas desencarnadas se une a un ser ya existente, cuyas disposiciones físicas y mentales adquiridas en vidas anteriores (en otros mundos, diríamos nosotros) permiten una unión armoniosa" (2). Cuando un lama que es ya un tulku está próximo a morir, predice o predecía la región en la que renacerá, y solía aportar algún dato sobre los padres, la casa, etc. Cuando se daba con un niño que parecía corresponder con las indicaciones del ama difunto, se le ponía a prueba presentándole objetos personales del muerto mezclados con otros parecidos, para comprobar si conserva el recuerdo de lo que fue suyo en la existencia anterior. Hoy en día el procedimiento es el mismo aunque parece que los signos se hacen cada vez más problemáticos. Como puede apreciarse, se trata claramente de casos de metempsicosis, semejantes a los estudiados por lan Stevenson. La particularidad de un tulku (cuando es auténtico) reside en que la cohesión del conglomerado de elementos psíquicos es debida a la potencia espiritual del individuo en cuestión. Hacia 1650, el quinto Dalai Lama, que era considerado, como todos los anteriores, un tulku de Gedundoup (discípulo y sucesor del reformador lama Tsong Kapa) declaró estar habitado por el Boddhisatva Chenrezig (Avalokitesvara en sánscrito) y asimismo dictaminó que su antiguo maestro espiritual, el Panchen Lama, del monasterio de Tashi Lumpo, era un avatar de Eupagmed (Amitabha en sánscrito). EL Panchen Lama venía siendo considerado como un tulku de Soubhouti, un discípulo del Buda histórico. Así pues, al menos en los casos más eminentes de tulkus se da una doble herencia espiritual y psíquica. Así como las reliquias corporales de algunos santos pueden convertirse en receptáculo de ciertas influencias espirituales, los linajes de tulkus -"cuerpo de emanación mágica" o forma sutil- pueden devenir algo parecido. La creencia es, por lo tanto, que los tulkus de Dalai-Lamas han pasado a ser al mismo tiempo tulkus de Chenrezig (el Boddhisatva Omnicompasivo que habita en el Paraíso Occidental) y los tulkus de Panchen-Lamas han devenido simultáneamente un soporte para la influencia espiritual de Eupagmed (el "Buda de Luz ilimitada"). Es probable que el caso de Pitágoras esté en relación con algo parecido, pero no hay, evidentemente, datos fiables. "¿Qué es lo que pervive en un tulku?" -Se pregunta el Rimpoché Sogyal. "¿Es exactamente la misma persona que aquella a la que reencarna? Sí y no. Su motivación y su dedicación para ayudar a todos los seres es la misma, pero de hecho no es la misma persona. Lo que pasa de vida en vida es una bendición, lo que un cristiano llamaría gracia" (3).Para desechar completamente la opinión que puede hacerse el público de que un tulku es como un alma individual que ha reencarnado en la Tierra, cabe señalar que en el Budismo tibetano se admite que un mismo difunto puede dividirse post mortem en varios tulkus que coexisten al mismo tiempo y que son reconocidos oficialmente. Ni que decir tiene que para las masas tibetanas no caben sutilezas, y cada Panchen Lama, por ejemplo, es el anterior que reencarna, según creen en su simpleza. Por último, para abarcar todas las posibilidades, conviene indicar que los seres de un determinado grado de existencia (como, por ejemplo, el estado humano) no están separados entre sí por ninguna solución de continuidad, no hay entre ellos ningún vacío. Desde los más cercanos hasta los más alejados, todos se influyen recíprocamente. En realidad, la herencia física y la herencia psíquica solamente son el aspecto más particular y más importante de la influencia del medio sobre un ser determinado, pero, dentro de los límites de nuestro mundo, recibimos la influencia mayor o menor de todos los seres que en él se manifiestan, por muy alejados que estén en el espacio y también en el tiempo (4).
NOTAS:
(1). Cf. René Guénon, "Las envolturas del Sí-Mismo", en El hombre y su devenir según el Vedanta, CS, Buenos Aires, 1990, libro del que se ha escrito: "Me ha parecido bellísimo; inteligente, profundo", (Mircea Eliade, La prueba del laberinto), Cristiandad, Madrid, 1980, p. 141) y también: "Aquí, todo es restituido a una esfera de grandeza, de seguridad incomparable y de transparencia casi olímpica" (Julius Evola).
(2). Cf. Alexandra David-Neel, Místicos y magos del Tíbet, Indigo, Barcelona,1988.
(3). Cf. Sogyal Rimpoché, El libro tibetano de la vida y la muerte, Urano, Barcelona, 1994.
(4). Cf. René Guénon, "El ser y el medio", en La Gran Tríada, Obelisco, Barcelona, 1986.